Solemos asociar la contaminación y el Cambio Climático con el uso de combustibles fósiles. Por ello, al pensar en medidas que contribuyan a frenarlo, es frecuente que se nos ocurra fomentar el uso de transporte público o la apuesta por vehículos limpios. Pero hay algo imprescindible en nuestras vidas y que, por sus sistema de producción y distribución, tiene un enorme impacto ambiental: alimentarnos.
La producción de los alimentos tiene un impacto considerable sobre la huella de carbono, la huella ecológica y la huella hídrica. Esto se ve incrementado por el desperdicio alimentario. En 2018 los hogares españoles desecharon 1.339 millones de kilos/litros de comida y bebida, un 8,9% que el año anterior. De hecho, anualmente se emplean unos 1.400 millones de hectáreas para producir alimentos que serán desperdiciados, una superficie mayor que las de Canadá e India juntas.
Según un informe publicado en 2019 por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el aumento de la temperatura durante la primavera y el verano motivó esta subida, por lo que nos encontramos ante una dinámica cíclica.
A mayor temperatura, más desperdicio alimentario, lo que conlleva más contaminación, y deriva en un nuevo aumento de temperatura.
¿Cómo afecta el desperdicio de alimentos al Medio Ambiente?
Por un lado, la agricultura intensiva que se lleva a cabo para la sobreproducción de vegetales, frutas y cereales (para consumo humano y ganadero), no permite el barbecho y por lo tanto disminuye la fertilidad de las tierras. Para fomentar el enriquecimiento de los suelos, se hace uso de productos sintéticos que, a la larga, terminan contaminándolo, así como las reservas acuíferas próximas.
En lo que respecta a la huella hídrica, este indicador hace referencia al volumen total de agua dulce utilizado para producir los bienes y servicios que consumimos.
En la agricultura se usa el 70% del agua dulce que se retira de la Tierra, por lo que cuando desperdiciamos alimentos también malgastamos una gran cantidad de agua. Para hacernos una idea de las proporciones de este impacto, en 2007 la huella hídrica de la producción agrícola del despilfarro de alimentos de ese año fue de alrededor de 250 km3.
Por otro lado, el petróleo y los combustibles fósiles se encuentran en todas las fases de producción de alimentos: desde la fabricación de fertilizantes, hasta el envasado o el transporte. Además, cuando un alimento es desechado y se descompone de forma anaeróbica libera metano, causante de la retención térmica y el aumento de la temperatura.
¿Cómo reducir el desperdicio de alimentos?
Desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), nos proponen una serie de recomendaciones con las que contribuir a frenar el impacto ambiental reduciendo el desperdicio de alimentos:
- Compra sólo lo que necesites. Acude al supermercado con una lista para evitar las compras compulsivas.
- No todas las frutas y hortalizas deben ser bonitas. El sabor y la calidad de un producto no se ve afectado por su estética. No deseches un alimento sólo porque tenga una pequeña picadura.
- Aparta raciones pequeñas en casa. Es mejor repetir que dejar sobras en el plato.
- Déjate llevar por la cocina de aprovechamiento.
- Dona los alimentos que estén aptos para consumo. Actualmente hay muchas aplicaciones vecinales que permiten contactar con aquellos que más lo necesiten.
Desde Fundación ECOLEC, en nuestra apuesta constante por reducir el impacto climático y ambiental, te invitamos a incorporar estas medidas en tu día a día.
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